En septiembre, Mes de la Biblia, recordamos algunas cuestiones que motivan la lectura orante y perseverante de la misma. Nada mejor que tener en cuenta una frase del Catecismo de la Iglesia Católica: Por una decisión enteramente libre Dios se revela y se da al hombre. (Catecismo n. 50)
Lo que Dios revela se encuentra en la Biblia, es decir, en las Sagradas Escrituras. Cuando las leemos nos encontramos con lo que Dios da a conocer. Aunque no siempre es fácil entender esta revelación procuramos -con lecturas reiteradas y perseverantes- sumergirnos cada vez más en las enseñanzas de Dios.
Nadie obliga a Dios para que hable, para que se revele. Dios, desde su libertad, toma la decisión de comunicarse, de revelarse. ¿Qué impulsa a Dios a acercarse al humano, para hablarle? La respuesta la encontramos, poco a poco, mientras cada día vamos leyendo nuestra Biblia, y la vamos reflexionando.
El Espíritu Santo nos enseña progresivamente que lo que Dios transmite es un plan, a favor de la humanidad. Un plan que brota de alguien que ama y busca el bien del hombre. Eso es lo que la fe nos asegura: que Dios se acerca al humano como un padre se acerca a sus hijos para ayudarlos y acompañarlos, para enseñarles el camino de la vida.
Dios se revela y se da al hombre. Es decir que Dios, además de darse a conocer a sí mismo, también se da Él mismo a cada uno de nosotros. Se brinda, se une a nosotros, habita en nosotros. La Biblia nos da esa certeza: que Dios no es un ser lejano sino cercano, un Dios Creador y también un Dios Salvador.
Por todo ello la Biblia no es un libro cualquiera: solo en este libro encontramos la voz de Dios, que nos lleva a descubrir su corazón, su verdadera naturaleza. No es un libro cualquiera porque se trata de un alimento para la fe, que suscita la respuesta de la fe.
Así como Dios nos habla desde su iniciativa personal cada uno de nosotros puede renovar el compromiso de la lectura diaria y constante de la Biblia.
Dios se revela y se da al hombre. Es decir que Dios, además de darse a conocer a sí mismo, también se da Él mismo a cada uno de nosotros. Se brinda, se une a nosotros, habita en nosotros. La Biblia nos da esa certeza: que Dios no es un ser lejano sino cercano, un Dios Creador y también un Dios Salvador.
Por todo ello la Biblia no es un libro cualquiera: solo en este libro encontramos la voz de Dios, que nos lleva a descubrir su corazón, su verdadera naturaleza. No es un libro cualquiera porque se trata de un alimento para la fe, que suscita la respuesta de la fe.
Así como Dios nos habla desde su iniciativa personal cada uno de nosotros puede renovar el compromiso de la lectura diaria y constante de la Biblia.
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