Setiembre es, para la Iglesia Católica, el Mes de la Biblia. En este mes estamos invitados a renovar el compromiso de la lectura frecuente de las Sagradas Escrituras.
Quizás alguna vez nos invadió la tentación del desánimo: ¡No entiendo la Biblia! ¿Para qué seguir leyendo? ¡Es muy difícil! Respondiendo a esto el papa san Gregorio Magno decía en una de sus obras, llamada Homiliae in Ezechielem (sobre la profecía de Ezequiel): Divina eloquia cum legente crescunt (La comprensión de las palabras divinas crece con la lectura reiterada).
Animémonos, entonces: ¡leamos frecuentemente nuestra Biblia! Porque en ella encontramos las palabras de Dios. En ella Dios nos habla. Al leer la Biblia escuchamos al mismo Dios que nos habla. Y, para comprender el mensaje, no queda otra que leerla, y volver a leer. La reiterada lectura, dice san Gregorio, es lo que me permite una comprensión cada vez mayor.
Otra cosa: ¡mejor si leemos todos los días algo! Últimamente se viene recomendando la lectura diaria de la Biblia: porque hace mucho bien; porque, con tantas palabras que llegan a nuestros oídos, necesitamos encontrar un rumbo que nos lleve a la verdadera vida; porque la Palabra de Dios es el alimento de la fe y de la vida cristiana.
Cada día, con la Biblia en mano, o con la Biblia en el celular, pongámonos en presencia de Dios, pidamos al Espíritu Santo sus luces, y devoremos las palabras divinas, que siempre nos harán bien, nos animarán, y nos fortalecerán en nuestro seguimiento de Jesús. ¡Feliz mes de septiembre, Mes de la Biblia!
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