Nuevo éxodo…
El prefacio número V de la Cuaresma se dirige a Dios diciendo: “Tú abres a la Iglesia el camino de un nuevo éxodo a través del desierto cuaresmal…”.
El antiguo éxodo se produjo cuando el Pueblo de Dios salió
de la esclavitud de Egipto, con todas sus cosas y sus animales. Algo parecido a
lo que sucede con el éxodo ucraniano ante la invasión decidida por el ruso
Putin. Un éxodo tiene algo de gozo, porque es escapar del peligro; pero también
tiene algo angustioso al dejar aquello a lo que uno ya estaba acostumbrado.
Los israelitas son prácticamente expulsados por el faraón de
Egipto ante las diez plagas, sobre todo la muerte de los primogénitos.
El Pueblo de Dios pasa el Mar Rojo. En la otra orilla podrá
vivir la libertad, aunque en medio de muchas carencias. Los israelitas ingresan
en el desierto en el que se desplazarán, por etapas, a lo largo de cuarenta
años. Dios los liberó, Dios los acompaña; Dios les habla por medio de Moisés,
pero el pueblo no siempre escucha. La tentación, además de la desesperanza, es
la idolatría: es dejar a Dios, el desplazarlo de la existencia.
En el desierto Dios hace Alianza con su Pueblo. En la
montaña santa entrega las tablas de la ley por medio de Moisés. El pueblo
recibe los mandamientos diciendo: “Nosotros seremos tu pueblo, porque tú eres
nuestro Dios”. El compromiso está, aunque en la práctica los israelitas muchas
veces no escuchan ni hacen caso a Dios. ¡Oídos cerrados y corazón duro!
El desierto es el lugar de las pruebas. Los cuarenta años
fueron una oportunidad de purificación, de conversión, de crecimiento.
Oportunidad para vivir la Alianza profundizando la amistad con Dios, y crecer
en la conciencia de la providencia de Dios.
La vida toda es así, como un desierto: porque la vida
conlleva cruces y gozos, tristezas y alegrías, sinsabores y júbilos. Seremos
discípulos de Cristo cuando aprendamos a llevar la cruz de cada día.
¿Qué sería el desierto cuaresmal?
Así como Israel ingresó al desierto para encaminarse a la
tierra prometida, así también nosotros: para celebrar la Pascua y recibir sus
gracias, debemos ponernos en camino.
El camino es espiritual, porque se da en el ámbito de las
decisiones; allí en el fondo del corazón donde decidimos. ¿Tomamos decisiones
de acuerdo a la voluntad de Dios? ¿Buscamos la verdad de Dios para que podamos
tomar decisiones salvadoras? Porque solo la verdad de Dios es liberara y
salvadora. Y para crecer en la vivencia de la verdad de Dios estamos invitados
a la conversión, a la purificación.
Durante la Cuaresma la imagen del “desierto” nos sugiere la
valorización del encuentro con Dios. Valorar el encuentro con nuestro Creador y
Salvador es el primer paso; el que damos con la oración y reflexión de la
palabra de Dios.
¿Y qué hay con la Alianza?
Justamente en la Pascua celebramos la Alianza Nueva y
Eterna. Celebramos la amistad con Dios, la que él nos ofrece, y que estamos
invitados a recibir y aceptar.
Lo que obstruye la Alianza y la destruye es el pecado. Por eso
durante la Cuaresma luchamos contra el pecado, sea cual fuere, por medio de la
gracia de la conversión.
La Alianza-Amistad con Dios requiere que nosotros entremos
en el desierto cuaresmal; sin la vivencia de este desierto, no habrá gracia
pascual. Por eso tratemos de vivir la Cuaresma, practicando la oración, la
meditación de la Palabra, las obras de misericordia, participando de las
celebraciones litúrgicas correspondientes.
En el desierto no hay seguridades, ni sobran las
comodidades. Así también en la vida espiritual: todo es pasajero, solo Dios
permanece para siempre; hay muchas dificultades, pero en Cristo las
superaremos.
¿Cómo vivir el desierto cuaresmal en la vida diaria?
¡Haciendo lo que hay que hacer, según la responsabilidad que
le corresponde a cada uno! ¡Y no huir de las responsabilidades! Sobre todo no
huyamos del cuidado de los nuestros, de nuestros familiares, nuestros padres,
etc. Porque, ¿de qué serviría una Cuaresma con mucha oración y meditación si
finalmente hacemos como que no vemos las necesidades de nuestros viejitos o
personas frágiles? ¡La misericordia casi nunca es placentera, al contrario,
casi siempre hay que vencerse a uno mismo, luchando contra gustos e
impresiones!
Además podemos vivir el desierto cuaresmal aceptando nuestro
propio desierto, nuestra depresión, nuestra desilusión, y todo el desencanto
que surge ante los demás y situaciones difíciles.
La alegría de la Pascua es aquella que asume la cruz; ¡nada
tiene que ver con la alegría de Facebook! En el Facebook son muchos los que se
sacan fotos sonriendo, y buscando dar la impresión de felicidad. ¡Eso no tiene
nada que ver con nuestro seguimiento de Jesús! Porque nuestra alegría brota de
llevar la cruz de cada día, imitando el amor de Jesús.
¡¡¡Vivamos todos un bendecido DESIERTO CUARESMAL!!! ¡¡¡A
través del Nuevo Éxodo…!!!
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